martes, 12 de abril de 2011

Carlisse: Crónicas de los Fríos. Capítulo IV

Carlisse: Crónicas de los Fríos
By: Carlin Shadow

CAPÍTULO IV: Poder Oculto

            Los tres estaban sin habla mirándome. Los blancos ojos de Gerlin no se quedaban quietos, iban de mis ojos a mi boca, que tenía una expresión entre sonrisa macabra y dolor. No podía ocultar su terror.

            Al darme cuenta de que quizá había hablado de más, cambié mi semblante a uno, igualmente frío, pero menos aterrador.

 –Antes de medianoche espero su decisión –dije, al tiempo que daba media vuelta y me  encaminaba a la cabaña. Nada más hacerlo, un ruido extraño y peligroso me hizo girar de nuevo. Era un ruido entre un grito y un horroroso y desafinado canto. Al darme vuelta descubrí que provenía de Arianna, que se sujetaba la cabeza con ambas manos con expresión demente, se ponía de pie y, corriendo, lanzaba una bola de energía de color plateado, con rayos de carga eléctrica alrededor, sin rumbo fijo.

Con sorpresa vi como se dirigía hacia Stephen a toda velocidad. Era una bola de energía elemental indefinida, letal y veloz. Él estaba paralizado.

Rápidamente grité

– ¡ARPAAT![1] –con un dedo apuntando en dirección a él, del cual una luz, más bien un rayo corto y dorado, salió, le dio en el pecho de lleno, apartándolo justo a tiempo de ese letal ataque involuntario, que fue a dar a un gran grupo de pinos, todos enormes, que quedaron reducidos a poco menos que cenizas.

Un escalofrío evidente recorrió a ambos, Stephen y Gerlin: estaba claro que jamás habían visto el devastador efecto de la energía elemental indefinida.

Por otro lado, Arianna yacía desmayada, y ninguno de los dos se atrevía a acercarse a buscarla. Finalmente les dije

–Entren a la casa, ahora mismo –y fui a buscar a la chica. Estaba fría y desgastada al máximo.

La cargué con mucha facilidad y entrando a la casa, la coloqué con bastante delicadeza sobre el sofá. Stephen y Gerlin estaban sentados de espaldas al mueble. Me aclaré la garganta y se dieron vuelta. El rostro de Stephen era serio y preocupado; el rostro que habría podido tener un padre  preocupado o... un amante incondicional.

Pero Gerlin no salía de sus ojos blancos y su expresión de shock, empezaba a preguntarme si tendría que recurrir a algún tipo de hechicería para ayudarla a volver.

Ambos observaron a Arianna, preocupados. Me apresuré a decir, antes de que se paralizaran de nuevo

–  ¿Alguno de ustedes conoce o ha oído hablar sobre la Flor de Framspike?

Me miraron un momento. Reden dijo

–Bueno, he leído que es muy rara, que sólo crece en un lugar específico de las montañas de Cathule[2], ya que según la leyenda, la legendaria Chitoker[3] Escape Framspike[4], las plantó para ocultarse de los guardias Blackcoat[5]. Crecen muy rápido, pero, igualmente, se marchitan muy rápido y tienen diversos usos –

Dijo todo como si lo estuviese leyendo, o como si diera una exposición de memoria.

–Bien, –dije– necesito una de esas en menos de 48 horas, o su amiga no vivirá para contar su primera energía elemental liberada... había visto esto antes, pero la suya fue... destruyó todo un grupo enorme de pinos, ¿entienden? –concluí.

Eso último sonó con un tono de histeria. Ni siquiera yo misma podía ocultar el dejo de pánico que podía causar algo así.

–  ¿Quién se ofrece? –pregunté al fin, ante el silencio que se prolongaba.

Ambos se miraron.

–Llegaran en 12 horas si se van por el prado, al Norte siempre. Hay una brújula sobre la mesa de la biblioteca –sentencié.

Pasaron unos minutos de silencio.

–De preferencia, para hoy, a menos que no les interese su amiga. A mí me da igual dejarla morir...

Justo al terminar esa frase, la puerta de servicio se abrió, causando el sobresalto de Stephen y Arianna, y mi impaciencia. Entonces una voz pausada y carrasposa, de quien hace tiempo no abre la boca para hablar, dijo con timidez pero con firmeza

–Yo... yo iré, Carlisse. Se llegar...
–Tú no irás a ningún lado. Te quedarás en tu habitación como te pedí y dejarás de abrir esa maldita puerta, ahora mismo –la interrumpí.

Ella me miró, primero con su miedo habitual, pero luego con determinación, y dijo

–Debo ir, Carlisse, yo... debo hacerlo... yo...
–No se preocupen, yo iré –la interrumpió Stephen. No quería que peleáramos, se le notaba en voz, algo nerviosa. Eso me hizo pensar que las peleas eran algo habitual donde vivía... dejé de pensar en eso, pues no importaba en ese momento.
–Entonces yo iré contigo –replicó Gerlin, cuyos ojos estaban entre el blanco y el café. Ya se estaba normalizando.
–Bien, ahí está la brújula. Tomen provisiones y váyanse rápido. Procuren que no los vea ninguno de los fríos o tendré que preparar un funeral triple –dije al fin.

Así, los dos chicos salieron, brújula en mano, en busca de aquella extraña flor, mientras yo con frialdad mezclada con preocupación, dije mirando a la chica desmayada

–  ¿Y bien? ¿Me dirás cuál es el interés en esta chica o debo dar por ciertas mis "sospechas" al respecto, Rose? –

FIN DEL CAPÍTULO IV
PRÓXIMO CAPÍTULO: REVELACIONES


[1] Hechizo. Lit. “Apartar” Pron. [ar-pát]
[2] Ciudad secundaria ubicada al norte de Therion. También llamada “Ciudad del Norte” o “Ciudad de los Fríos”. Allí habitan los vampiros que gobiernan Therion.
[3] Criaturas generalmente asimétricas, de baja estatura, con estética y moral oscura. Habitaron Therion mucho tiempo atrás. En cierta forma, son sus “aborígenes”. Aparentemente, poseían poderes mágicos y proféticos.
[4] Chitoker famosa por siempre huir exitosamente de los Blackcoats, guardias de Palacio de los Fríos, quienes siempre intentaban atraparla por ser una rebelde que, según ellos, promovía la anarquía.
[5] Lit. “Abrigo-negro” Nombre dado a los guardias del Palacio de los Fríos, debido a la estética de su uniforme.