Carlisse: Crónicas de los Fríos
By: Carlin Shadow
CAPÍTULO V: Revelaciones
No la
observaba, tenía la vista fija en Arianna. Debía escuchar su respuesta para
descartar esa estúpida idea de mi cabeza, estaba segura de quién era Rose, pero
Arianna Lufking... quizá fuese un apellido muy común ahora, quién sabe qué
demonios había hecho el estúpido príncipe en sus ratos libres, antes de morir
como un perro a manos de ese elemento de luz…
–Y-yo…–comenzó ella– Es…
sólo que como nunca había venido nadie… yo… me preocupé y… habría hecho lo
mismo por cualquiera…
–Basta, –la interrumpí,
volteándome para verla a los ojos– ¿acaso me ves cara de idiota Rose? O mejor
dicho, Adr…
– ¡Shhh! Por favor, Carlisse… ¿y si ya
recuperó la conciencia? Nadie debe saberlo, lo sabes…
Sus ojos comenzaron a
llenarse de lágrimas, flaqueé y volteé la cara, entonces le dije
–Está inconsciente Rose, no va a saber nada. No
entiendo tu empeño, si desde que escuché su apellido y lo del libro tengo
jaqueca. Ya entendí todo Rose, está volviendo a mi memoria algo más, lo que me
recuerda que mi libro de apuntes está en la mesa de noche, si eres tan amable.
Ella fue a buscarlo
rápidamente y me lo entregó, como siempre. Cada vez que recordaba algo, lo
anotaba allí, para más tarde tratar de hilar hechos y construir nuevamente la
historia que yacía olvidada entre mis memorias enterradas. Tomé mi vieja pluma
negra y comencé a escribir:
“Era un fío invierno en la guerra, pero el frágil
ambiente roto por el odio destruía la belleza de aquel nublado día. En un
rincón se escuchaban gritos de dolor y un llanto. Me dirigí allá pensando que
era un herido de guerra, sólo para encontrarme con una joven mujer y su bebé
recién nacida, ambas débiles y sucias… De inmediato tomé a la niña en brazos,
mientras otros voluntarios se llevaban a la madre, quien gritaba
desesperadamente algo inentendible.
En el lugar donde había estado la mujer estaba un
cascabel, y un papel apergaminado. Antes de tomarlo envolví a la niña con mi
capa, luego de bañarla en una zona segura, con el agua para emergencias que una
elemento de agua voluntaria me obsequió. Allí fue cuando noté una extraña ‘A’
localizada en su pecho, como una cicatriz. La pequeña ya no lloraba. Era
pálida, de cabellos y ojos negros como el azabache. La mecí un poco y se
durmió, entonces comencé a leer el pergamino, que rezaba: ‘Del prohibido amor de
Adrianne, princesa elemental, y Johann, príncipe vampiro, en contra de todas
las reglas de ambos reinos, se ha concebido un a pequeña niña llamada…’”
– ¡AAAH! –grité. La jaqueca me estaba matando.
Debía calmarme para seguir
escribiendo… me di cuenta de que había escrito todo con demasiada
concentración, estaba a punto de descubrir algo importante, algo grande… pero
no estaba segura de qué tan impactante sería, así que me fui a mi habitación,
no sin antes decirle a Rose que cuidara de la chica y convencerla de que estaba
bien, que sólo necesitaba descansar. Me acosté y empecé a reflexionar: era como
pelear con mi yo joven.
Una época distante en la
cual mi alma, hoy teñida de noche, estaba limpia. Un tiempo en el que mi lema
era ayudar a otros, en que olvidaba a veces el monstruo que era, para
convertirme en siervo del necesitado, porque sí sabía que era un monstruo, más
lo ocultaba dado que me sentía mejor así. Dispuesta… inocente… frágil.
Así sentía entonces que
era. Hoy al ver atrás creo que era débil, insegura, ingenua, una completa idiota
en resumen.
Es decir, ¿por qué demonios
iba a importarme esa madre y su bebé?, no los conocía, pudieron ser enemigos,
matarme o secuestrarme, eso era común en ese tiempo, ¿qué me garantizaba que no
me pasaría nada?
Era estúpida. Era confiada
y estúpida.
Dejando de lado a la joven y
tonta Carlisse, ¿para qué rayos quería leer ese papel?, de todos modos, nadie
dijo que era para que cualquiera lo leyese, incluso pudo ser una trampa… De
hecho, ¿por qué comenzó la guerra?, por una estúpida travesura infantil de dos
idiotas (quienes lamentablemente eran nuestro futuro rey y la futura reina de
ellos) que decidieron ir en contra de las reglas a ver qué pasaba.
Supersticiones de viejos,
también influyó eso. Según ellos, los chitokers escribieron un libro en su
lengua, lleno de profecías, que hoy día afirmo y defiendo porque creo en ellas.
Su nombre era “Window Tales” y ahora mismo estaba en mi sala, totalmente
accesible para mí. ¿Qué otras profecías habría? Tal vez…
Súbitamente, abrí los ojos
y corrí a la sala, en busca del cuaderno, pues allí lo había dejado. Como
poseída, escribí lo que acababa de recordar:
“…Arianna Lufking, hija legítima de Adrianne y Johann
Lufking, aún a conciencia de la profecía, pues cumplidos sus 16 años, destruirá
al mundo.”
FIN DEL CAPÍTULO V
PRÓXIMO CAPÍTULO: PASADO Y PRESENTE
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