Carlisse: Crónicas de los Fríos
By: Carlin Shadow
CAPÍTULO I: Memorias
Endeble. Esa es la palabra que me describe. Agonía. Ese es el nombre de mi estado natural. Dolor. Esa es la única vía a la porción de calma que necesito para no desesperarme hasta enloquecer... aunque quizá ya... no, no estoy loca, no lo estoy...
Soy un cuerpo que yace sobre un frío fondo... ¿Qué será? No logro identificar su procedencia. Llevo una vida maldita, lo sé, pero aún así, a pesar de ser endeble, de agonizar cada minuto, de necesitar dolor para calmarme, a pesar de todo... nadie lo nota. Y no tiene nada que ver con que ninguno de los de los míos quiera acercarse, al contrario... a veces llegan a ser parásitos, es más bien que están allí sin hacer nada... son solo objetos... no los logro introducir en mi... llamémoslo “corazón” a falta de una mejor palabra.
El caso es que muchos tratan conmigo, a simple vista mi existencia es envidiable, y es lógico, si veo mis logros desde fuera, hasta yo me envidiaría. Ah, también soy una buena mentirosa, sonrío cuando me siento mal, contengo mi ira y hablo con fluidez y elegancia. Hay pocas, contadas ocasiones en que me pierdo, mi mirada vaga a la distancia y eso suele llamar la atención, pero nada más. Ningún otro frío puede saber qué es, ni entender siquiera. Todos deberían alejarse. Todos deberían morir.
¿Qué necesito del mundo? Nada. Todo me ha sido negado, y aunque otro frío necesite de mi ayuda, siempre encuentro algo que contribuya a mi mentira. Mi mentira individual y colectiva.
Escuché un ruido sobre mí. Me pregunté ‘¿Qué pasará? ¿Quién osará sacarme de mis pensamientos, mis reflexiones? Hace siglos que no late un ápice de vida en mí. ¿Quién osaría acercarse?‘
– ¿Quién anda ahí? –dije con un tono cargado de resentimiento.
–Soy... Arianna Lufking... sé que no me conoce, pero de verdad necesito saber algunas cosas de la sabiduría de los fríos –contestó una voz joven, insegura, de quien ha sufrido el rechazo durante algún tiempo... Me recordaba... a mí misma.
Subí las escaleras del sótano y abrí la vieja puerta para conseguirme con un rostro pálido e ingenuo, unos ojos negros penetrantes y un cabello ondulado y negro... Era tan familiar, comenzó a dolerme la cabeza, pero no le presté atención.
– ¿Qué demonios quieres de mí? –pregunté mirándola fija y severamente.
Era muy joven, seguramente ella estaba pensando lo mismo de mi. De repente escuché un ruido entre los árboles. Me enfadé.
– ¡Maldición! Debí saberlo ¡No estás sola! ¡SALGAN MALDITOS COBARDES! La próxima vez que quieras hacer una emboscada, al menos busca personas competentes y ¡SILENCIOSAS! –tiré la puerta y suspiré enojada, no era la primera ni sería la última vez que aparecían los de esa clase, jóvenes viajeros, sólo interesados en molestarme.
Se escucharon voces de quejas, y palabras como “fríos” y “Scrath[1]” aparecieron. Tomé más interés, pero el que quisiera aprender de mí debía insistir, por más interesada que yo pudiera estar. Sonó de nuevo el ruido.
– ¡Por favor! No le ocultaré nada, no era una emboscada... necesito que me traduzca un libro... Según uno de mis acompañantes dice “Window of Tales[2]” o algo parecido... Yo... bien... entenderé si no sube... –dijo Arianna, con una voz forzada por la desesperación, al parecer realmente necesitaba saberlo, ¿pero por qué? Además... ese libro...
Decidí subir. Antes de abrir dije
– ¿Cuántos son? ¡Identifíquense! –
De inmediato una voz más animada e igualmente tímida señaló
– ¡Sí! ¿Ves? Te dije que no era un monstruo. Sólo hay que encontrar la forma de sacar su lado amable –
Entonces Arianna contestó
–Bien, yo soy Arianna Lufking, tengo... 14 años recién cumplidos. Mis amigos me acompañan, Gerlin Way de 15 años y Stephen Reden de 16 años.
Busqué en mis recuerdos aquellos tres apellidos, todos familiares para mí, y pregunté
–Esa chica, Gerlin Way ¿es por casualidad hija del rey Gerard y la reina Carlin? Y ese chico, Stephen Reden, ¿es el descendiente de la famosa familia Reden, la Familia de la Técnica Legendaria? –e inmediatamente después de un prolongado silencio lleno de admiración (estaba acostumbrada a eso) logró decir
–S-si, ellos son...
–Y tú, Lufking, ¿de dónde vienes? Me parece haber escuhado de tu apellido –interrumpí, haciéndome la ingenua. Sabía muy bien de donde venía su nombre, a pesar de todo, a pesar de no recordar casi nada, ese hecho podía recordarlo perfectamente.
Ella resolvió contestar
–Por eso estoy aquí, quiero saber de dónde vengo... Al parecer mi apellido aparece en este libro... –
FIN DEL CAPÍTULO I
PRÓXIMO CAPÍTULO: DISCÍPULOS
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